El Partido Republicano de Chile arrasa en las elecciones al Consejo Constitucional — Bosch’s Blog

El líder del Partido Republicano de Chile, José Antonio Kast. Archivo CARLOS RIOBA El Partido Republicano de Chile ha arrasado en las elecciones al Consejo Constitucional al conseguir 22 miembros de un total de 50 que se encargarán de redactar un nuevo proyecto de Constitución que busca sustituir a la actualmente vigente, aprobada en 1980 […]

El Partido Republicano de Chile arrasa en las elecciones al Consejo Constitucional — Bosch’s Blog

Al fin una buena noticia para Latinoamérica. Al parecer, las elecciones en Chile, a diferencia de los Estados Unidos, todavía funcionan.

Ahora queda por ver si los conservadores chilenos lograrán resistir los embates de la culpa y la estigmatización -por parte de la izquierda chilena e internacional- para crear una Constitución que defienda los derechos individuales por encima de los derechos de esa burocracia parasitaria que, ya convertida hoy en clase social, busca controlar al mundo, y a Chile.

Los cubanos debemos prestar mucha atención a este procesos constitucional chileno porque pronto, quiera Dios, estaremos abocados a uno similar.

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Cuidados a tener con la Constitución de 1940

La necesidad de crear un marco legal adecuado, para los primeros meses de una Cuba post castrista, ha sido reconocida por muchos exiliados cubanos desde hace ya mucho tiempo.

La referencia que siempre ha existido para ese marco legal es la famosa Constitución de 1940, una carta magna que, como su nombre indica, ya cuenta con las no despreciables cifras de 83 años de edad y ninguna enmienda.

Ese largo período de tiempo transcurrido desde su aprobación, y la enorme cantidad de cambios profundos que Cuba ha sufrido durante el mismo, indican que esa Constitución requiere de muchas enmiendas antes de poder ser usada como una referencia legal válida o funcional.

La observación anterior resulta evidente e inobjetable para cualquier cubano interesado en el bienestar de Cuba y no en la imposición de sus propias opiniones. Hace unos meses, por ejemplo, y durante mi última visita a La Florida, fui invitado a expresar mi apoyo a una hoja de ruta para la transición cubana que pide, entre otras cosas, el uso de la Constitución de 1940 como una referencia legal durante los primeros meses del post castrismo.

Recuerdo que ese documento fue bien discutido, o conversado, entre algunos de los firmantes. Una de las ideas que se discutió fue que muchos artículos de la Constitución de 1940 requerirían ser cambiados, o enmendados con antelación, para poder adaptarlos a la actual situación cubana. El artículo que más se discutió fue el 99 y, sobre todo, su inciso “a”, que es el que niega el derecho a votar en las elecciones a los asilados cubanos. 

Uno de los argumentos esgrimidos fue que, en el momento en el que se escribió esa Constitución, Cuba tenía una balanza migratoria positiva, y el escaso desarrollo de las comunicaciones no permitía establecer el voto a distancia. Hoy en día, sin embargo, una buena parte de la población cubana vive fuera del territorio nacional, considera que debe tener derecho al voto en una Cuba post castrista y sabe, además, que eso no es muy difícil de implementar en la práctica. Con todo eso en consideración, es mucho más sabio y justo reconocer, dijeron algunos de los firmantes, que ese artículo debe ser enmendado antes de usar la Constitución de 1940 como un marco legal para la Cuba del post castrismo.

De más está decir que las personas que crearon esa hoja de ruta para la transición cubana entendieron perfectamente la necesidad de esa enmienda, y en ningún momento intentaron imponer criterio alguno. Todo lo contrario, reconocieron que es verdad que hay artículos que hay que enmendar y, en consecuencia, hicieron las modificaciones correspondientes al documento que muchos terminamos apoyando con nuestras firmas. Después, en conversaciones con líderes del exilio histórico en los Estados Unidos, recibí opiniones similares.

Recientemente, sin embargo, he observado en las redes sociales el surgimiento de una algarabía (por no decir histeria) que demanda la imposición, sin enmiendas previas, de la Constitución de 1940 como un requisito indispensable para el derrocamiento del castrismo, y como una referencia cuasi sagrada para la Cuba post castrista.

Varias cosas me han llamado la atención de esa algarabía; una es la enorme cantidad de cuentas anónimas que la promueven, otra son la virulencia de sus ataques ad hominem contra las personas que se atrevan a expresar cualquier duda sobre ella y, la más llamativa, es esa relación absurda que ha decidido establecer entre las ideas de izquierda y el rechazo al uso indiscriminado de una Constitución, la de 1940, que está plagada de idea de izquierdas.

Hay mucha ignorancia —demasiada, diría yo— en semejante contrasentido. Tanta ignorancia, que se impone escribir un grupo de aclaraciones. Sobre todo, para esas personas que viven dentro Cuba y que, por su escaso acceso a la información, pueden ser engañadas y manipuladas por politiqueros inescrupulosos en el exilio.

La Constitución de 1940 surgió en un momento de máxima cooperación entre las democracias liberales y el Socialismo internacional (o estalinismo de la época). En contra de lo que muchos creen hoy, esa carta magna de Cuba fue el producto de un pacto entre Stalin y Roosevelt. Una alianza que en el contexto cubano se tradujo en un matrimonio de conveniencia entre Fulgencio Batista y los socialistas cubanos.

Al mismo tiempo, esa Constitución fue concebida en un momento en el que los Estados Unidos estaban siendo asolados por las políticas filo-socialistas de la administración Roosevelt. Una época en la que una buena parte de este mundo ignoraba, o insistía en ignorar, el carácter esencialmente criminal de las ideas socialistas, y la enorme capacidad empobrecedora de las intervenciones estatales en la vida económica de las naciones.   

Fue por eso que la Asamblea Constituyente de 1939, que fue la encargada de discutir y redactar la Constitución de 1940, estuvo plagada de socialistas cubanos que intentaron, tanto como les fue posible, crear un documento que les sirviera para adelantar su ideología y, sobre todo, para darle un poder exagerado al Estado sobre la vida de sus ciudadanos y así reducir los derechos y las libertades individuales.

Blas Roca Calderío, Salvador García Agüero, Juan Marinello, Romárico Cordero, César Vilar y Esperanza Sánchez Mastrapa, fueron algo más que seis socialistas asistiendo a un foro de políticos liberales. Fueron seis voces que no dejaron de formar su algarabía (por no decir histeria) para imponer una buena parte de las ideas que les convenía imponer.

Esa es la razón por la que, ya desde su primer artículo, la Constitución de 1940 declara como parte esencial de la nación cubana “la justicia social”, “el bienestar colectivo” y “la solidaridad”. Conceptos ambiguos que vistos en sus significados inmediatos son muy positivos y loables; pero que, vistos desde la retórica ideológica de los socialistas, se prestan para crear ese estado de quejas interminables, por objetivos indefinibles e inalcanzables, que los socialistas siempre usan para sembrar la discordia y destruir a las democracias.

Es importante, entonces, evitar que una Constitución como la de 1940, que nació permeada por un grupo no despreciable de ideas de izquierda, pueda ser usada como un vehículo de protección del castrismo en la Cuba post castrista. Para entender y aceptar eso hay que, necesariamente, hacer algunas aclaraciones.

En estos momentos, el castrismo puede tener varios planes que ha ido desarrollando en paralelo, o sin interferencias de unos con otros. Ahora mismo, mientras el castrismo desarrolla un plan de represión brutal contra las próximas protestas en Cuba (estilo Siria), también puede estar desarrollando, en paralelo, un plan de cambio-fraude que en nada interfiere con el desarrollo de otro plan, también en paralelo, encaminado a evitar las represalias contra los castristas en una Cuba post castrista e, incluso, a usar la democracia que llegará a Cuba eventualmente para lograr el regreso al poder de los castristas.

Hay que recordar, por ejemplo, que los Sandinistas perdieron el poder y, sin embargo, años después se las arreglaron para usar los mecanismos democráticos, y las elecciones, para regresar a un poder que terminó destruyendo, de una vez y por todas, y con el beneplácito de la izquierda estadounidense, cualquier vestigio de democracia en Nicaragua.  

En el contexto de una Cuba post castrista es importante, entonces, evitar que el uso de la Constitución de 1940, sin enmiendas previas, pueda servir como vehículo legal para la inmunidad de los castristas y, sobre todo, para su regreso al poder de una forma similar a la que usaron los sandinistas en Nicaragua.

Eso requiere, de manera inevitable, actuar proactivamente para enmendarle a la Constitución de 1940, con antelación, todos esos artículos que puedan interferir con el desarrollo económico de Cuba y con el bienestar de los cubanos. La razón de esas enmiendas proactivas es que para los socialistas “bienestar” es una mala palabra, y pobreza es el caldo de cultivo en el que ellos crecen descontroladamente. También hay que enmendar de antemano, claro está, todos los artículos de esa Constitución que puedan servir de refugio y protección legal a los criminales castristas.

No soy abogado o jurista, carezco de esa formación y creo que deben ser las personas especializadas en esa área del saber las que se encarguen de analizar y enmendar la Constitución de 1940, ya sea a partir de las consideraciones anteriores o de otras que puedan surgir. Hay, sin embargo, artículos de ese documento que no hace falta ser abogado para entender que deben ser enmendados. Uno de ellos es el artículo 99 en su inciso “a”, que es el que prohíbe el voto a los asilados cubanos.

La razón de esa enmienda tan necesaria es que la Cuba del post castrismo será una nación con una buena parte de su población fuera del territorio nacional, con la mayor parte de su capital humano no envejecido viviendo en otros países, con una fracción importante de su capital financiero allende los mares, con casi todos sus técnicos actualizados desperdigados por el mundo, y con el cien por ciento de su ciudadanía con experiencia democrática y empresarial bajo la categoría de emigrante.

La Cuba del post castrismo no puede darse el lujo de excluir a esa parte de su población del proceso de reconstrucción de la nación cubana. No darle derecho al voto a esos cubanos, en los primeros tiempos de la transición, porque así lo dice un documento del año 1940, es excluir de la transición a esos que más y mejor pueden hacer por esa población mermada, envejecida, desinformada, y empobrecida, que inevitablemente el castrismo dejará como herencia.

El artículo 9 en su inciso A también debe ser enmendado si justifica la existencia del infame Servicio Militar Obligatorio. Una institución absurda cuya implementación no está justificada, y que solo sirve para restarle a la economía cubana una parte de su fuerza de trabajo joven. Esa mano de obra será esencial en el contexto de una reconstrucción post castrista y debe ser liberada de las garras del ejército.

Igual, el Artículo 13, en su inciso b, no reconoce la doble ciudadanía, algo que hoy en día es muy común en la inmensa mayoría de los países democráticos. No enmendar de antemano ese artículo sería alienar de la transición a muchos cubanos que, después de décadas disfrutando de libertades democráticas, en países que aceptan sin problema alguno la doble ciudadanía, verían como injusto el mantenimiento de esa imposición. Al mismo tiempo, la aceptación de la doble ciudadanía daría a los exiliados que decidan regresar a Cuba, para ayudar durante la transición, la protección legal de sus países de acogida, algo para nada despreciable en el contexto casi siempre caótico de las transiciones.

Por último, es importante recordar que si algo ha caracterizado a Cuba durante los más de sesenta años del despotismo castrista es, precisamente, la ausencia de un sistema judicial no ya independiente del poder ejecutivo, sino incluso medianamente funcional. La inmensa mayoría de los abogados, jueces y fiscales de la Cuba de hoy necesitarían un largo período de reeducación, y de reevaluación, antes de poder ser aceptados como tales en una sociedad democrática.

El resultado de eso es una serie de preguntas para las que hoy por hoy no tenemos respuestas viables. ¿Quiénes serán los encargados de aplicar esa sagrada Constitución de 1940? ¿Los antiguos represores castristas disfrazados de abogados, jueces y fiscales? De ser así, ¿qué garantía existe de que esos antiguos represores no favorezcan en sus decisiones legales a sus antiguos amos? ¿Durante la crisis transitoria del sistema judicial cubano, que inexorablemente ocurrirá, seguiremos aplicando sin enmiendas una Constitución que dice en su artículo 27 que, “todo detenido será puesto en libertad o entregado a la autoridad judicial competente dentro de las veinticuatro horas siguientes al acto de su detención”? ¿No favorecerá eso a los antiguos represores y asesinos castristas? ¿No sería mejor enmendar la Constitución de 1940 para adaptarla cuanto más se pueda a las condiciones extraordinarias de la Cuba del post castrismo?

Todas esas preguntas, y muchas otras más que empezarán a surgir cuando los verdaderos conocedores de este tema empiecen a tratarlo, merecen y requieren ser discutidas en un diálogo civilizado, sin golpes de pecho, sin algarabías innecesarias (por no decir histerias) de politiqueros inescrupulosos y, sobre todo, sin acusar de ser de izquierdas a esos que se nieguen a aceptar, sin enmiendas, una Constitución que nació profundamente penetrada por las ideas de izquierda.

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Interferencia del castrismo en las elecciones canadienses

La Seguridad de Estado castrista acaba de dar inicio a una operación de medidas activas encaminadas a interferir en las próximas elecciones canadienses.

Es bien sabido que los vínculos y admiraciones de Justin Trudeau para con el régimen de la familia Castro siempre han ido mucho más allá de lo que recomiendan las buenas costumbres y la más elemental de las decencia.

También se sabe que Justin Trudeau está completamente desacreditado como Primer Ministro de este país y que, de ir a unas elecciones en estos momentos, llevaría al partido político que lo sustenta —el Partido Liberal de Canadá— a una verdadera debacle electoral.

El manejo despótico de la pandemia, el alto costo de la vida, la interferencia del Partido Comunista Chino en las elecciones que lo llevaron al poder, su evidente proyección tiránica, y la gran cantidad de escándalos de corrupción, son algunas de las razones por las que el castrismo sabe que Justin Trudeau está marcado para perder el poder.

Al mismo tiempo, la figura del líder de la oposición canadiense, el señor Pierre Poilievre, está subiendo como la espuma y está llevando a su Partido político, el Conservador, a lo que muchos ya consideran una victoria segura en las próximas elecciones.

Ante esa situación, al régimen de la familia Castro no le ha quedado más remedio que dar inicio a una chapucera campaña de medidas activas encaminadas no ya a elogiar al candidato de la familia Trudeau —algo imposible como están las cosas— sino a denigrar al líder de la oposición.

El vehículo que han decidido utilizar, al menos de inicio, es un canal de desinformación castrista, llamado “Guerrero Cubano”, que ya ha sido identificado desde mucho antes como perteneciente al Departamento de Medidas Activas de la Seguridad del Estado.

La persona que han decidido utilizar, al menos de inicio, es un cubano radicado aquí en Montreal. Un habanero que responde al nombre de Carlos Andrade, pero que los exiliados que llevamos tiempo en esta ciudad conocemos como “Charles”.

La historieta que ya empiezan a vender los castristas es que Carlos Andrade decidió, durante su más reciente visita a La Habana, tomarse un par de botellas de ron con los esbirros de la tiranía mientras despotricaba sobre un influencer cubano radicado en Ottawa, llamado Darwin Santana; y sobre Máximo Morales, un patriota y empresario cubano que lleva más de treinta años ayudando a cuanta causa anticastrista exista aquí en Montreal.

En algún momento de esa conversación, que fue debidamente grabada por los esbirros castristas, y ya anda circulando por el internet, Carlos Andrade reconoció que Máximo Morales fue hallado culpable, hace ya muchísimos años, de un delito de narcotráfico y pasó algún tiempo en prisión.

Ese detalle enseguida fue aprovechado por la chapucera y desinformadora Seguridad del Estado para establecer unos de esos vínculos —cogidos con alfileres— entre el narcotráfico, la organización anticastrista “Cuba Independiente y Democrática” —originalmente fundada por Huber Matos y a la que Máximo Morales pertenece—, la también organización anticastrista “Alfa 66”, y el influencer Darwin Santana.

A su regreso de Cuba, y después de que la Seguridad del Estado pusiera a circular la grabación de su diatriba, Carlos Andrade decidió darle una entrevista al influencer Darwin Santana para explicar su versión de los hechos e insistir en que fue víctima de un abuso contra una persona de la tercera edad —Andrade tiene 69 años— que sufre, además, de lo que él describe como una “hipertensión emotiva”.

En pocas palabras: Carlos Andrade viaja regularmente a Cuba porque tiene una madre enferma allá. En diciembre del 2022, durante uno de sus viajes a La Habana, un esbirro de la Seguridad del Estado lo abordó, lo conminó a “conversar” en una cafetería, y lo interrogó sobre la ya hace mucho tiempo desaparecida “Asociación Cultural Cubano-canadiense”, sobre Máximo Morales, el supuesto narcotráfico, el influencer Darwin Santana, y un largo etc.

Según Carlos Andrade, él respondió esclareciéndole al esbirro que estaba hablando de una organización que ya no existía, y de hechos que habían sucedido muchísimos años antes. Después de ese interrogatorio el esbirro se fue, Carlos regresó a Canadá sin problema alguno y decidió guardar silencio sobre ese incidente para no perjudicar sus planes de viajar a Cuba regularmente.

En marzo del 2023 Carlos regresó a Cuba, para visitar a su madre una vez más, y volvió a sufrir el acoso de la Seguridad del Estado. En esa ocasión lo citaron a un Centro de Detención, le hablaron del narcotráfico, de Máximo Morales, de Alfa 66, y del hecho conocido de que, según las ilegales leyes castristas, las acusaciones de terrorismo pueden conllevar años de prisión. Ahí mismo Carlos decidió cooperar con la Seguridad del Estado y se explayó en la diatriba que fue filmada y ulteriormente diseminada por los esbirros del régimen.

A partir de la conversación de Carlos Andrade con Darwin Santana, han surgido dos líneas de opiniones sobre ese tema: una que le da a Carlos el beneficio de la duda y lo identifica como una víctima más del uso que la Seguridad del Estado castrista siempre ha hecho de las relaciones familiares, y de la imposibilidad de salir de Cuba, para chantajear a los exiliados cubanos. 

La otra línea de pensamiento aduce que hay muchos puntos oscuros, o muy mal explicados, en la historia de Carlos Andrade. Puntos que permiten, según los que así piensan, aventurar la hipótesis de que pudiera tratarse de uno de los tantos informantes que la Seguridad del Estado siempre ha tenido en el exterior. Un informante que fue sacrificado, o quemado, o incinerado, por unos esbirros que están tan apuraditos por ayudar a Justin Trudeau que decidieron no detenerse en minucias.

Uno de esos puntos oscuros es, dicen, el hecho comprobado de que el hijo de Carlos Andrade recibió un premio otorgado por la embajada cubana en Canadá y de manos de Josefina Vidal, Coronel de la Inteligencia castrista y a la sazón embajadora del régimen en Canadá. Cuando Carlos Andrade fue cuestionado sobre eso por Darwin Santana, su respuesta fue que su suegra había tomado la decisión inconsulta de presentar a su hijo a un concurso sobre José Martí, el niño había ganado el concurso, el premio era una tableta electrónica y, “¿quién le dice a un niño que no puede ir a recoger una tableta que le van a regalar?”.

Los que piensan que esa historia no cuadra tienen dos argumentos. Uno, que a la inmensa mayoría de los exiliados cubanos en Canadá no se les ocurriría fotografiar a sus hijos con Josefina Vidal a cambio de una tableta electrónica. El otro es que el propio Carlos Andrade le reconoce a Darwin que él tiene dinero para comprar no una, sino diez tabletas mejores que la que le dio a su hijo el consulado castrista. La pregunta que esas personas se hacen es: ¿Por qué no le compró a su hijo una tableta mejor que la del consulado, y le dijo al niño que no irían a recoger la otra por una cuestión de principios?

Otra historia que algunos consideran que tampoco cuadra es esa de un hombre que decide emigrar de su país, a inicio de los años 80s, después de un interrogatorio por un supuesto delito de tenencia de divisas y, sin embargo, décadas después, ya en la tercera edad, y sufriendo de “hipertensión emotiva”, decide seguir yendo a Cuba después de que un esbirro del régimen lo interrogara en una cafetería sobre temas mucho más serios y punibles que aquella antigua acusación de tenencia de divisas. ¿Perdió Carlos el instinto de conservación después de tantos años?

Por último, siguen aduciendo los que ven algo oscuro en esa historia, ¿Por qué, si lo citaron para ir al otro día a un centro de detención, no fue inmediatamente a la embajada canadiense en La Habana para expresar tu preocupación? ¿Por qué no grabó una directa desde Cuba para dejarle claro a todo el mundo, antes de ser interrogado, que él era una persona de la tercera edad, con un padecimiento de “hipertensión emocional”, que estaba siendo acosada sin razón alguna? ¿Por qué lució tan relajado, comunicativo, y sin miedo a la hipertensión emotiva, en el video que le grabaron los esbirros castristas?

Confieso que cuando me enteré de esa historia ni me preocupé por dilucidar la credibilidad de Carlos Andrade. Como casi todos los exiliados, creo en la inocencia mientras no se pruebe la culpabilidad, creo en el beneficio de la duda, prefiero que escapen diez culpables antes que condenar a un inocente, y estoy seguro de que esa decencia que se ha perdido en Cuba, y que muchos intentamos salvar en el exilio, es una de las armas más poderosas que tiene el régimen contra nosotros; pero la nobleza nos obliga a seguir teniéndola.

Lo que sí me llamó la atención, y muchísimo, fue el hecho de que la Seguridad del Estado decidiera montarse esa chapucería de medida activa para embarrar a un influencer, o para volver una vez más con la absurda cantaleta de que los exiliados anti castristas somos narcotraficantes o terroristas. Aquello, sencillamente, no me cuadraba. Lo primero que pensé fue que estaba ante otro ejemplo claro de esa crisis de recursos humanos que está sufriendo el castrismo a causa de unos esbirros que son cada vez más esbirros y cada vez menos humanos.

Cambié de opinión, sin embargo, en cuanto vi que en el video de la Seguridad del Estado salió la foto que está en el encabezamiento de este post. En esa foto aparecen, entre otros, Máximo Morales (con un saco negro) y Pierre Poilievre (con una camisa blanca). En cuanto la vi me di cuenta de que el objetivo real de esa operación no habían sido Darwin Santana, Máximo Morales, o los exiliados anticastristas aquí en Montreal. El verdadero objetivo de esa operación con Carlos Andrade fue darle inicio a una campaña de descrédito contra el señor Pierre Poilievre. Una campaña que intentará extender, por simple asociación, las connotaciones negativas de términos como terrorismo y narcotráfico, a la persona de un candidato a la primera magistratura del Canadá. O sea, una campaña de interferencia extranjera en las elecciones canadiense.

Los que piensen que un simple bodrio propagandístico en YouTube no alcanza para embarrar a un futuro Primer Ministro de Canadá desconocen cómo es que funcionan esas operaciones, y también desconocen, quizás, el enorme control que el régimen de Trudeau ya tiene sobre los medios de comunicación en este país.

Esas operaciones funcionan como la proverbial bolita de nieve que termina convirtiéndose en una gigantesca avalancha. El bulo inicial es referido por algún “periodista” de un medio de tercera línea. Esa referencia, ya convertida en “información”, es recogida por un medio de segunda línea y empieza a ser diseminada por una enorme cantidad de clones de ese medio. Finalmente, el bulo original, ya convertido en “noticia”, es recogido por un “prestigioso periodista” de investigación que estará asociado, claro está, a los medios de primera línea controlados por el régimen de Trudeau. Ese “periodista” “investigará” y aderezará la “noticia” con otras informaciones convenientemente alimentadas por otros agentes del castrismo, o del Partido Comunista Chino, o del régimen de Petro en Colombia, o del Sursum corda en el Vaticano. Así, lo que de inicio parecía una cosa tonta termina convirtiéndose en un escándalo que siempre desaparece cinco minutos después de las elecciones.

En estos momentos, Canadá está siendo sacudida por el escándalo de la interferencia del Partido Comunista Chino en las últimas elecciones canadienses y, sobre todo, por la falta de voluntad política del régimen Trudeau para investigar una interferencia que fue esencial para mantenerlo en el poder. Eso quiere decir que este inicio de interferencia por parte del castrismo solo será investigado si el Partido Conservador logra ganar las elecciones. Esperemos que así sea.  

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La lección de Nixon sobre China que nadie conoce — Bosch’s Blog

Cada vez con mayor periodicidad asalta una duda en las discusiones sobre política exterior en Estados Unidos: ¿qué hacemos con China? ITXU DÍAZ Cada vez con mayor periodicidad asalta una duda en las discusiones sobre política exterior en Estados Unidos: ¿qué hacemos con China? Es una pregunta recurrente que, por extraño que parezca, siempre ha encontrado en […]

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Oposición socialista… y desinformada

Acabo de ver esta conversación entre Juan Manuel Cao y una de las representantes de la última arribada de disidentes que han llegado al exilio.  

Algo que llama mucho la atención en estos jóvenes dizque disidentes es el altísimo nivel de certeza que proyectan cuando hablan de temas sobre los que evidentemente tienen muy poca información. Muy escasa, diría yo, por las razones obvias de su juventud y del alto nivel de censura que existe en la Cuba que habitaron hasta hace poco.

Para empezar, las «heroicidades» que avalan la disidencia de esos jóvenes son equivalentes, en mi generación, a la metedura de pata de un mal chiste contra el castrismo, o de haber expresado una mala opinión sobre la «dirigencia» castrista.

Quiero decir con esto que esos jóvenes parecen carecer de la información que les enseñaría, por ejemplo, que Juan Manuel Cao sufrió años de cárcel por un «delito» que hoy no justificaría una citación a la estación de la PNR más cercana.

Ese cambio de paradigmas represivos les confiere a esos jóvenes un estatus de disidentes que muchos en el exilio no reconocemos como tal o que, si lo reconocemos, al menos no nos parece lo suficientemente justificado como para ponerse a pontificar sobre la oposición, el castrismo, el exilio, el socialismo, etc.

Solo para darles un poco de información, yo les diría a esos jóvenes que las dictaduras de derecha sí son mil veces mejores que las dictaduras de izquierda, y lo son por una razón muy sencilla y evidente: pueden ser derrotadas.

Todas, absolutamente todas las dictaduras de derecha respetan la pequeña y mediana propiedad privada; o sea, respetan ese reducto último de la libertad individual que les permite a los ciudadanos tener los recursos mínimos necesarios para organizarse, luchar contra la dictadura, y resistir durante esa lucha mucho más tiempo que el que tienen los pobres y empobrecidos ciudadanos de las dictaduras de izquierda.

Las dictaduras de izquierda, por su lado, están todas basadas en ese socialismo que defiende esa muchacha, un socialismo que tiene como piedra angular el control de los medios de producción por parte de un Estado que no es más que una burocracia parasitaria que se sabe, una vez que elimina la propiedad privada, inmune a cualquier forma de lucha contra ella.

Es por eso que no existe hasta ahora, y nunca existirá, una dictadura de izquierda, o socialista, que haya podido ser derrocada de abajo hacia arriba.

Las dictaduras de izquierda, o socialistas, solo pueden derrotadas de afuera hacia adentro (mediante invasiones externas) o de arriba hacia abajo (por el cambio de posición política e ideológica de la burocracia parasitaria).

Además, como un regalo extra, les diría a esos jóvenes que:

Una “oposición” socialista es una “oposición” que todavía está dispuesta a defender la ideología más criminal de la historia (100 millones de muerto, y siguen matando).

Una “oposición” socialista es una “oposición” que llega a los Estados Unidos presta a hacerle el juego a todos los agentes del castrismo dentro del régimen Obama/Biden, con todos los “grants” e invitaciones a eventos que eso significa.

Una “oposición” socialista es una “oposición” que le vende al castrismo la idea de que puede seguir abscedado en el poder siempre y cuando se preste para la farsa de una democracia de pluralidad inexistente.

Una “oposición” socialista es una “oposición” que reclama para el socialismo una tolerancia que el socialismo nunca ha tenido para con ninguna oposición.

Una “oposición” socialista ignora, con disciplina ideológica, que pedir tolerancia para con la intolerancia es perpetuarla.

Una “oposición” socialista sabe que será rechazada por una buena parte del exilio cubano y sabe, además, que puede usar ese rechazo para presentar como intolerante a ese mismo exilio que lleva décadas recibiendo en su seno, y perdonando, a antiguos chivatos, esbirros, abusadores, e ideólogos del régimen disfrazados de disidentes.     

Una “oposición” socialista es, en pocas palabras, el vehículo perfecto para un cambio fraude.

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Las propias palabras de Joseph Goebbels demuestran que amaba el socialismo y lo veía como “el futuro” — Bosch’s Blog

Los socialistas seguirán argumentando que el nazismo no era “verdadero” socialismo, pero el propagandista nazi despreciaba el capitalismo y hablaba como Karl Marx. Foto archivo Hitler y Goebbels Jon Miltimore Uno de los consuelos de hacerse mayor es saber que algunas cosas nunca cambiarán. Los aficionados al deporte siempre discutirán sobre la regla del bateador […]

Las propias palabras de Joseph Goebbels demuestran que amaba el socialismo y lo veía como “el futuro” — Bosch’s Blog
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¿Se podría haber evitado que Adolf Hitler tomara el poder? — Bosch’s Blog

El ascenso de Adolf Hitler a canciller del Reich, el 30 de enero de 1933, cambió la historia del mundo, pero una nueva exposición berlinesa reflexiona sobre los hechos y muestra que todo podría haber sido diferente. Autor Julia Hitz A principios de la década de 1930, parecía improbable que Adolf Hitler y su partido nazi llegaran a […]

¿Se podría haber evitado que Adolf Hitler tomara el poder? — Bosch’s Blog

Niet, tovarishes!

Hemos dejado que la ideología más asesina de la Historia reescriba esa Historia.

Hemos dejado que esos mismos socialistas, que asesinaron a más de cien millones de seres humanos, y continúan asesinando, presenten los hechos históricos a conveniencia de su ideología asesina.

Ahora resulta que, según esta señora llamada Julia Hitz, Hitler llegó al poder a causa, o de la mano, de la derecha alemana.

Esa es una idea que está en perfecta concordancia con el sueño Neo-Marxista de despojar al Nazismo y al Fascismo de sus orígenes socialistas, y de presentar el miedo a esas ideologías como una justificación de ese mismo socialismo que dio lugar a ellas.

La señora Hitz reconoce en su texto que a Hitler le fue bien en las elecciones de 1932, pero se carga de un plumazo socialista la razón por la que al loco de Adolfito no le fue tan mal como debió haberle ido.

A Hitler no le fue tan mal en esas elecciones porque Stalin, que era el Papa del socialismo en aquel momento, le prohibió categóricamente al Partido Comunista Alemán, que él controlaba con mano férrea, aliarse con los Socialdemócratas Alemanes para las elecciones de 1932.

Si esa alianza hubiera ocurrido, Hitler habría sido una nota al margen en el libro de la Historia; pero en ausencia de esa alianza el loco de Adolfito pudo alcanzar ese margen, minoritario, que después le permitió acceder al poder mediante negociaciones.

Si quieren ir un poco antes en el tiempo, para entender los orígenes de la alianza de Stalin con el nazismo, los remito al hecho hoy bien comprobado de que Stalin autorizó los entrenamientos secretos de pilotos alemanes, en la Unión Soviética, cuando esos entrenamientos estaban prohibidos por los acuerdos de París.

Si quieren ir un poco después en el tiempo, los remito al contubernio que ocurrió entre Stalin y Hitler durante la farsa del juicio a los acusados del incendio de Reichstag. Un contubernio muy bien descrito en el libro “El fin de la inocencia”, de Stephen Koch, y en la biografía que Babette Gross escribió sobre su esposo Willi Münzenberg.

Si quieren ir más allá en el tiempo, los remito al criminal tratado Ribbentrop-Molotov.  Una atrocidad que, lejos de ser una alianza inesperada o marcada por las circunstancias, fue el punto culminante de un contubernio de más de diez años entre Stalin y Hitler.

Hitler no llegó al poder por culpa de, o gracias a, la derecha alemana.

Eso es mentira.

Hitler llegó al poder porque Stalin quiso que así fuera.

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Antisemitismo en la URSS y el fallido 2º Holocausto — Bosch’s Blog

Gulag Soviético – Uno de los peores genocidios del siglo XX La Unión Soviética se caracterizó por su antisemitismo desde los inicios de la Revolución Bolchevique hasta al fin de la «Era Estalinista». A pesar de que el comunismo se mostró en la propaganda como una ideología que rechazaba el racismo hacia los judíos, lo […]

Antisemitismo en la URSS y el fallido 2º Holocausto — Bosch’s Blog
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Los juicios a Marcos Rodríguez y la Microfracción

Durante dos viernes consecutivos estuve en el programa Enfoque Ciudadano con Andrés Alburquerque.

La razón de esa insistencia fue que decidimos hablar sobre la Microfracción y, como le expliqué a Andrés, ese momento de la historia del castrismo no se puede entender sin hacer referencia a otros momentos anteriores. Sobre todo, a los tristemente célebres juicios a Marcos Rodríguez.

Por eso decidimos hacer un primer programa, el viernes 13 de enero, sobre los juicios a Marcos Rodríguez.

Como guía para analizar los juicios a Marcos Rodríguez pueden usar el fichero PDF que está en este enlace.

El Segundo programa, ya dedicado específicamente a la Microfracción, lo hicimos el viernes 20 de enero.

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Los juicios a Marcos Rodríguez y el caso Ordoqui

Mañana voy a estar en Enfoque Ciudadano con Andrés Alburquerque.

El tema que trataremos —como introducción para un programa ulterior sobre la Microfracción— es el de los juicios a Marcos Rodríguez y la forma en la que estos fueron utilizados para darle la estocada final al matrimonio de Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca.

Lo ideal para un programa como este habría sido usar el documental “Los amagos de Saturno” —realizado por Manuel Pérez y Rosario Alfonso Parodi— como punto de partida para un análisis de las tantas historias que confluyen en los juicios a Marcos Rodríguez.

Por desgracia, la compañera Rosario Alfonso Parodi no autorizó —en la mejor tradición de los esbirros ideológicos del castrismo— que el programa fuera utilizado como punto de partida de nuestros análisis.

Comoquiera que el documental habla de mi padre en el minuto 59 con 31 segundos —ver foto del encabezamiento—, y lo hace de una forma inexacta, incompleta, y tendenciosa, yo tengo el derecho legal (muy bien explicado por mis abogados aquí en Canadá) a dar una respuesta en la que puedo utilizar, a mi antojo, tantas informaciones e imágenes del documental como yo estime necesario. Siempre y cuando yo no gane un centavo con eso.

El primer borrador de esa respuesta está en el fichero pdf que pueden ver a continuación. Pueden bajarlo en sus ordenadores y usarlo mañana como guía de las explicaciones que yo daré para demostrar, más allá de cualquier duda razonable, que la referencia a mi padre en ese documental es inexacta, incompleta, y tendenciosa.

De paso, y como está relacionado, también pueden usar ese pdf para seguir el análisis que haremos mañana sobre los juicios a Marcos Rodríguez, y la forma en la que estos fueron utilizados para darle la estocada final al matrimonio de Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca.

Los números antes de cada imagen indican los minutos y segundos del documental en los que aparecen las mismas. Los pongo por si quieren verificar, pero en realidad no hace falta ver el documental completo.

Nos vemos.

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