El sucio negocio del victimismo

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Ignacio Agramonte y la Constitución de 1940

Excelente programa con el Dr. Faisel Iglesias sobre la Constitución de 1940 y su énfasis en los derechos del Estado y no en los derechos individuales.

Ya desde los tiempos de la antigua Roma se sabía que los gobiernos más corruptos son los que más legislan, y la Constitución de 1940 es un mamotreto que pretende legislar todo a favor de un Estado que es propuesto, entonces, como protector del Individuo.

Para los que, como yo, piensan que no hay Estado bueno ni tamarindo dulce la Constitución de 1940 es —sin enmiendas o modificaciones— un gran peligro para una Cuba futura.

Es importante recordar que la segunda mitad de los años 30s y la primera de los 40s, cuando redactaron esa Constitución, fue la época del máximo auge del Estatismo en el mundo. Desde Stalin hasta Franklin Delano Roosevelt, pasando por Mussolini, Hitler e Hirohito, el mundo estuvo dominado en aquellos años por la absurda creencia de que una casta de burócratas empoderados podía ser la solución de los problemas sociales, económicos y espirituales de las naciones.

Es importante recordar eso a la hora de juzgar a los cubanos que se encargaron de discutir y redactar la Constitución de 1940. Muchos de los paradigmas que ellos defendían todavía no habían sido desprestigiados por la dura y tozuda realidad.

A pesar de eso hoy, por desgracia, estamos viviendo una resurrección del Estatismo en el Mundo. Hoy, muchos burócratas empoderados —ya devenidos una clase social con intereses bien definidos de permanencia en el poder— se han dado cuenta de que los desarrollos tecnológicos, militares y represivos permiten que un porcentaje muy pequeño de la población pueda mantener perfectamente controlado a la enorme mayoría de esa población.

Los asaltos finales al poder de Socialistas/Fascistas como Pedro Sánchez en el España, López Obrador en México, Barack Hussein en los Estados Unidos, o Justin Trudeau en Canadá, no son más que la expresión de ese renacer del Estatismo que estamos viviendo hoy, y que muchos identificamos con la criminal Agenda 2030.

Otro aspecto muy interesante de la intervención de Faisel Iglesias fue su referencia constante al pensamiento de Ignacio Agramonte a la hora de defender, frente al Estado, los valores del Individuo en la civilización occidental.

Muchos cubanos reconocen a Ignacio Agramonte más como una figura de acción y combate que como la del pensador que fue. La realidad, sin embargo, es que pocas veces ha podido armonizar un ser humano esas dos supuestas antípodas como lo hizo ese ilustre hijo del Camagüey.  

Faisel Iglesias nos recuerda eso cuando hace referencia la tesis de doctorado de Agramonte y su defensa, durante el discurso que dio después de haber sido investido como Abogado, de los derechos del Individuo, escrito con mayúscula, como verdadera esencia de la verdadera civilización occidental.

Dijo Agramonte en ese discurso:

“… El individuo mismo es el guardián y soberano de sus intereses, de su salud física y moral; la sociedad no debe mezclarse en la conducta humana, mientras no dañe a los demás miembros de ella. Funestas son las consecuencias de la intervención de la sociedad en la vida individual; y más funestas aun cuando esa intervención es dirigida a uniformarla, destruyendo así la individualidad, que es uno de los elementos del bienestar presente y futuro de ella…

La centralización llevada hasta cierto grado es, por decirlo así, la anulación completa del individuo, es la senda del absolutismo; la descentralización absoluta conduce a la anarquía y al desorden. Necesario es que nos coloquemos entre estos dos extremos para hallar esa bien entendida descentralización que permite florecer la libertad a la par que el orden.

La centralización hace desaparecer ese individualismo, cuya conservación hemos sostenido como necesaria a la sociedad. De allí al comunismo no hay más que un paso; se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye por justificar la intervención de la sociedad en su acción, destruyendo su libertad, sujetando a reglamento sus deseos, sus pensamientos, sus más íntimas afecciones, sus necesidades, sus acciones todas…”.1

No es casual que el castrismo lleve 65 años enterrando el pensamiento de Ignacio Agramonte, como no es casual, tampoco, que el Camagüey siempre haya sido la provincia más anti comunista de Cuba.  

  1. Tomado de: Expósito Casasús, Juan José. Vida de Ignacio Agramonte (Historia nº 99) (Spanish Edition) (p. 55). Linkgua. Édition du Kindle. Los subrayados son míos.
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Repasando la República

En las últimas semanas he estado monologando, y a veces conversando, con un grupo de cubanos interesados en repasar la historia republicana de Cuba a partir de la caída del gobierno de Gerardo Machado, en 1933.

Lo poco que puedo contribuir a ese tema es la visión que tengo sobre la historia del antiguo Partido Comunista de Cuba (PCC-PSP) y, sobre todo, del trabajo de penetración de su aparato de Inteligencia en todas las instituciones —políticas, sindicales, educacionales, gansteriles, financieras, policiales, militares y culturales— de la República cubana antes de 1959.

El resultado de esos monólogos pespunteados con conversaciones fueron cuatro Espacios, o programas, de varias horas de duración que grabamos en la plataforma X (anteriormente conocida como Twitter) y que después terminaron siendo diseminados en varios sitios del Internet.

Como siempre sucede, hubo diferencias de opiniones y puntos de vista; pero, por suerte, primó ese deseo de complementarnos y enriquecernos que tanto escasea en la blogosfera cubana de hoy.

Estos son los enlaces de los cuatro Espacios en la plataforma Spotify:

Primer Espacio, 4 de marzo del 2024

Repasando la historia de Cuba, 1933-1934.

Segundo Espacio, 12 de marzo del 2024

Repasando la historia de Cuba (1934-1940). Autenticismo, 2da Parte.

Tercer Espacio, 25 de marzo del 2024

Repasando la historia de Cuba (1940-1952). Autenticismo, 3ra Parte.

Cuarto espacio, 31 de marzo del 2024

Repasando la historia de Cuba (1952-1958). Autenticismo y Batista, 4ta Parte y final.

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No dejen de comprarlo

Avisa el diario español La Razón que mañana debe salir a la venta una nueva edición de “El fin de la inocencia: Los intelectuales occidentales y la tentación de Stalin”. Un libro escrito, hace ya varias décadas, por el historiador y novelista americano Stephen Koch.

Se trata de una reedición que debemos agradecerle —creo que comprando el libro— a la editorial Galaxia Gutenberg.

La edición original, titulada “Double Lives: Stalin, Willi Münzenberg and the Seduction of the Intellectuals”, es de 1993 y fue publicada poco tiempo después de la esperanzadora caída del asesino campo socialista.

Es un libro que debió haber sido recibido con todo el respeto y consideración que merece; pero la academia occidental, ya dominada desde entonces por las ideas socialistas, y renuente a reconocer el carácter asesino de ese sistema, o la participación directa e indirecta de esa misma academia en los crímenes socialistas, sencillamente decidió ningunear el libro de Koch.

En relativamente poco tiempo —dada su importancia— “El fin de la inocencia” estuvo fuera de venta en inglés y dejó de ser considerado, claro está, como el libro de referencia que merecía ser. La primera edición en español corrió un destino similar.

Ya desde aquellos años la gran mayoría de las editoriales del mundo occidental estaban controladas por personas con ideas de izquierda y, en muchos casos, por verdaderos esbirros ideológicos del socialismo.

Eso ha traído como consecuencia que muchos libros con denuncias devastadoras y verídicas sobre la ideología más asesina de la historia, el socialismo, hayan caído en los cráteres del olvido.

Lo contrario es también cierto, y puede ser comprobado cuando observamos que los libros del sociópata apestoso del Che Guevara, o de la redundantemente racista y castrista Susan Eckstein, nunca caen fuera de imprenta.  

Cada vez que hablo sobre ese tema menciono “El fin de la inocencia” como uno de los ejemplos cimeros de esas injusticias, o censuras, editoriales.

Se trata de un libro que describe la vida de Willi Münzenberg y la forma en la que ese socialista alemán inventó eso que hoy conocemos como conglomerados de noticias falsas.

Si alguien quiere entender cómo los socialistas de hoy han terminado controlando los “principales medios de comunicación” (Mainstream media), “El fin de la Inocencia” es una lectura obligada.

Si alguien quiere entender los orígenes socialistas del Nazismo, y la forma en la que Hitler y Stalin se aliaron contra occidente, “El fin de la Inocencia” es una lectura obligada.

Por eso lo sacaron de imprenta; pero mañana, al fin, esa injusticia será parcialmente corregida gracias a la decisión de Galaxia Gutenberg.

Creo que como mismo nos quejamos de la censura y el control socialista de los medios debemos apoyar financieramente a esos que deciden publicar los libros malditos de la izquierda.

Yo, por ejemplo, y dada la dificultad que tuve para encontrar “El fin de la Inocencia” de una forma normal y expedita, no encontré otro remedio que hacerme de un pdf con el texto del libro.

Quiero decir con esto que ya he leído y releído ese libro; pero mañana, como un homenaje y una obligación moral, pienso comprarlo en los formatos en que aparezca.

Muchas gracias a los editores de Galaxia Gutenberg que decidieron publicarlo.

No dejen, por favor, de comprarlo.

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Gruchas macias

Ya está disponible en Amazon el más reciente de mis libros. Se trata de “Rumbas de sal”, una recopilación de textos publicados en el internet entre los años 2003 y 2023.

Son alrededor de noventa textos, ordenados cronológicamente, que cubren temas tan disímiles como Trump y los aplastamientos de la sexualidad en Cuba.

Hay hiatos cronológicos que se corresponden, casi siempre, con esos momentos en los que he dejado de publicar en el internet para dedicarme a escribir mis libros.

Hay humor, ficciones, homenajes, denuncias al castrismo, y las inevitables preocupaciones por la deriva socialista/fascista de este mundo en el que vivimos hoy.

No creo que sea un libro para leer de punta a cabo, lo veo más bien como una posible referencia para saber cuáles fueron las cosas que más llamaron la atención de un cubano durante veinte años.

A pesar del esfuerzo que hice para evitarlo, creo que es un libro que todavía arrastra algunos gazapos. Si me los señalan, les estaré muy agradecido y los corregiré enseguida.

Si lo compran, muchas gracias, y si no lo compran, gruchas macias.

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Hoy, más que siempre:

A todos los lectores de este blog les deseo una linda Navidad.

Espero que la pasen abrazados por ese amor que hace 2023 años, con aproximación de misterio, quedó resumido en un nombre.

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Edición definitiva de «El Sóviet caribeño»

Ya está a la venta en Amazon la versión definitiva de “El Sóviet Caribeño”.

Tiene muchas informaciones nuevas y alrededor de 60 páginas y 120 citas bibliográficas añadidas.

Pasen la noticia, por favor.

Ahora, a seguir trabajando en el segundo tomo.

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Se despeinó la talibana

Hace ocho meses fui invitado por Andrés Alburquerque a participar en su programa “Enfoque Ciudadano” para hablar sobre los dos juicios a Marcos Rodríguez, el vapuleado y supuesto delator de los mártires de Humboldt 7.

Las razones por las que Andrés me invitó fueron, fundamentalmente, que mi padre fue uno de los testigos durante el segundo juicio a Marcos Rodríguez y porque en mi libro, “El Sóviet Caribeño”, le dedico todo un capítulo (titulado “El quinto mártir”) a ese caso.

En ese capítulo analizo, a partir de mis propias investigaciones, y de las cosas que conversé con mi padre en la más estricta confidencialidad, los pormenores de ese caso y la enorme cantidad de ramificaciones que tiene.

Al final quedó un texto de unas 40 páginas y 45 citas bibliográficas del que el experimentado escritor y periodista argentino Juan Bautista Yofre dijo lo siguiente: Para aquellos que trabajan en la investigación periodística, su capítulo “El quinto mártir” es un espejo donde reflejarse.

Durante la preparación del programa con Andrés me animé, al fin, a ver un documental del año 2014 titulado “Los amagos de Saturno”. Un bodrio realizado por una documentalista cubana y castrista llamada Rosario Alfonso Parodi. Digo me animé porque sé —parafraseando a Marshall McLuhan— que en la Cuba de los Castro “la autorización es el mensaje”.

Los cubanos conocemos muy bien el exquisito control que el castrismo siempre ha ejercido no ya sobre las informaciones extranjeras o del exilio, sino sobre las informaciones emitidas por el propio régimen.

Cualquier persona que haya investigado en Cuba sabe, por ejemplo, que para leer los números antiguos del libelo Granma, vehículo de la propia propaganda castrista, hace falta una justificación válida y una autorización de las más altas instancias partidistas. Ni a su propia propaganda dan acceso libre esos sin… vergüenzas.

En la Cuba castrista, la frase “dentro de la revolución, todo, fuera de la revolución, nada” no es un slogan, es una orden que Fidel Castro dio para garantizar que su régimen nunca tuviera que volver a pasar por la experiencia de un cortometraje filmado con entera libertad, y titulado PM.

A partir de esa orden, los esbirros ideológicos del castrismo siempre se las han arreglado para controlar las creaciones de escritores, dramaturgos, cineastas y documentalistas.

En el caso del cine les ha sido muy fácil hacerlo a través del control de los presupuestos requeridos para la realización de cualquier obra cinematográfica. No contentos con eso, sin embargo, siempre han tenido verdaderos comisarios políticos insertados dentro de los equipos de filmación de cualquier obra cinematográfica. Esos comisarios son, a diez de últimas, los verdaderos directores de esos films, porque de ellos depende lo que se puede decir y, más importante aún, lo que no se puede decir.

Se puede asegurar que una vez que la realización de un documental ha sido autorizada es porque ya el régimen sabe, con una certeza del 100%, que su contenido nunca se va a salir de los cánones ideológicos establecidos o, porque si lo hace, es gracias a que ellos han decidido correr ese riesgo calculado. Llevan demasiados años controlando la industria del cine y nadie, absolutamente nadie, puede burlar esos controles.

Con esas informaciones de fondo, la verdad es que no esperé mucho de “Los amagos de Saturno”. A eso hay que sumarle el hecho de que el apellido Parodi, además de no ser muy común en Cuba, es también el apellido de un connotado esbirro castrista que, para más coincidencias, practicó el periodismo revolucionario en las páginas del periódico Combate-13 de marzo, órgano oficial de la misma organización de la que trata el documental. Por cierto, en la lengua española esbirro no es sinónimo de criminal. Menudos graduados está soltando la facultad de periodismo de la universidad de La Habana.

Volviendo al tema, no esperé mucho de ese documental y tengo que reconocer que no me defraudó en mis muy bajas expectativas. Se trata, para cualquiera que haya intentado investigar más allá, aunque sea un poco más allá, de la propaganda castrista, de otro ejercicio de esa propaganda que pretende reforzar la idea, adornada con entrevistas, fotos y efectos sonoros, de que Marcos Rodríguez fue el delator de los mártires de Humboldt 7… porque confesó… después de más de dos años preso… en las mazmorras castristas

Lo que sí encontré en el documental, y por lo que siempre le estaré sarcásticamente agradecido a su realizadora, fueron ciertas informaciones de primera mano cuyas implicaciones ella ni imaginó —los castristas no están autorizados a imaginar—; pero que a mí me permitieron confirmar, una vez más, que todo lo que ya había escrito en el capítulo correspondiente de “El Sóviet caribeño” era esencialmente válido.

Dos informaciones llamaron mucho mi atención. Una fue un documento que sale en pantalla durante un tiempo muy breve, pero en el que se puede leer, cuando hacemos pausa, que Marcos Rodríguez fue “enviado a la Universidad para un trabajo especial de la Juventud Socialista en 1955” (minuto 34 con 32 segundos del documental. El subrayado es mío).

El otro es el careo de Joaquín Ordoqui con Marcos Rodríguez en el que Ordoqui intenta averiguar, varias veces y con la oposición de los presentes, si el nombre de Edith García Buchaca fue dicho espontáneamente por Marcos o fue traído a colación por los esbirros interrogadores. Al final, Marcos reconoce que le preguntaron por García Buchaca después de haber confesado (minuto 50 con 45 segundos).

Las explicaciones de por qué esas informaciones son importantes, y llamaron mucho mi atención, pueden verlas en el programa de “Enfoque Ciudadano” que hice con Andrés Alburquerque. Un programa para el que se nos ocurrió que Andrés indagara a ver si la compañera Parodi nos autorizaba a poner esos fragmentos del documental para los que yo tenía una interpretación distinta a la que el castrismo había dado.

De más está decir que la compañera Parodi, en la mejor tradición castrista de controlar el acceso a su propia propaganda, no autorizó absolutamente nada y nos obligó a hacer el programa refiriendo a la audiencia, a cada rato, a esos minutos y segundos del documental en los que salían esas informaciones que la realizadora nunca imaginó, ni remotamente, la importancia que tenían.     

Así hicimos el programa y eso fue, repito, hace ocho meses. La audiencia quedó muy complacida y en unas horas esa emisión logró tener muchísimas más visualizaciones que la que “Los amagos de Saturno” había tenido en muchos años. De alguna forma, la inteligencia colectiva de los cubanos pudo, una vez más, discernir la propaganda de los análisis serios y decidió, claro está, rechazar a la primera para quedarse con los segundos.

Hasta ahí habría llegado esta historia; pero hace unos pocos de días, y para asombro nuestro, la compañera Parodi ha saltado al ring y se ha lanzado en una diatriba quejica, distorsionada, y de victimización, que fue publicada en unos de esos sitios web del castrismo que casi nadie lee, y en la que ella pretende, ocho meses después y de una forma un tanto sospechosa, que a ella le han hecho algo muy malo y que ella tiene, por tanto, todo el derecho a despeinar su talibana cabellera.

No acostumbro a conversar sobre dios con fanáticos religiosos, ni sobre historia con los fanáticos castristas. No lo hago porque eso es sencillamente imposible. Cuando una persona convierte sus opiniones en creencias, y después torna esas creencias en una parte esencial de su ego, cualquier discusión es literalmente imposible. El más mínimo argumento lógico que podamos usar deviene, de inmediato, un insulto insoportable para ese fanático. Tan insoportable que muchos de ellos responden, como los talibanes, con distorsiones, victimizaciones y violencias.

Estas palabras no van dirigidas, entonces, a la talibana Parodi. Van dirigidas a esas personas que evidentemente están siendo manipuladas por ella y han terminado teniendo, quizás por falta de un acceso libre a la información, una idea distorsionada sobre este asunto.

Me refiero, por ejemplo, a los miembros de una llamada “Asamblea de Cineastas Cubanos” que enseguida han corrido a solidarizarse con la Parodi y han llegado a asegurar, en su dolido comunicado de rechazo, que los malos malosos; o sea, Andrés y yo, mancillaron “Los amagos de Saturno” porque “no solo interpretaron, sino que también exhibieron sin la autorización de su autora, múltiples fragmentos del mismo, desmenuzando arbitrariamente el material…”

Para empezar, las interpretaciones son una parte esencial de cualquier indagación intelectual hecha en libertad. Además, esa información de que exhibimos fragmentos sin tener autorización no solo es mentira, sino que indica claramente que esos indignados cineastas no han visto, ni de lejos, el programa de “Enfoque Ciudadano” que pretenden criticar. Si lo hubieran hecho habrían descubierto que en ningún momento de ese programa aparece una sola imagen del documental de marras.  

Creo que estamos en presencia, una vez más, de esos comunicados que la gente firma en Cuba sin tener la posibilidad de informarse adecuadamente sobre las razones por las que están firmando. Mi consejo a esa asamblea es que vean el programa de Alburquerque, aunque esté prohibido por el castrismo hacerlo, para que comprueben que jamás se utilizó imagen alguna de “Los amagos de Saturno”.

La otra cosa que podrían comprobar, si se animan, es que no hubo desmenuzamiento arbitrario alguno del documental. Si van, por ejemplo, al minuto 27 con 53 segundos del programa podrán comprobar que dije que iba a hacer un “análisis cronológico del documental”, o sea, que iba a seguir, como hice, su propia cronología cinematográfica. No hubo “desmenuzamiento” alguno, solo hubo un seguimiento cronológico con paradas en puntos altamente reveladores para mí que (por su desconocimiento del tema) la realizadora pasó por alto. Eso fue todo.

La otra fuente de manipulación a la que han sido sometidos esos miembros de la “Asamblea de Cineastas cubanos”, es que a todo lo largo de su larguísima diatriba de 36 páginas —¿Cuándo los castristas dejarán de imitar los verborreicos discursos de Fidel Castro?— la compañera Parodi esconde que yo soy el autor de “El Sóviet caribeño”, un libro de 450 páginas y 528 citas bibliográficas (casi todas a partir de publicaciones del propio castrismo) en el que describo, fecha a fecha y nombre a nombre, el trabajo del aparato de Inteligencia del viejo partido comunista de Cuba (PCC-PSP). Un trabajo sin cuyo conocimiento resulta literalmente imposible hacer un análisis riguroso, desde el punto de vista intelectual, de los juicios a Marcos Rodríguez.

Esconder esa información en su diatriba le permitió a la compañera Parodi dos cosas: una, llamarme analista entre comillas para así restarle importancia a mis opiniones; y la otra, pretender que esas opiniones son personales, que me salen de donde me salen y no tienen, por tanto, ninguna prueba o respaldo bibliográfico. Cualquiera que haya leído “El Sóviet caribeño” sabe, sin embargo, que todo lo que dije en ese programa de “Enfoque Ciudadano” está debidamente respaldado por fuentes que son, en su inmensa mayoría, fuentes del propio castrismo.

Mi recomendación a los miembros de la “Asamblea de Cineastas Cubanos” es que hagan un experimento cuyo resultado podría ser muy divertido. Digan, por ejemplo, que para poder dar una respuesta contundente y bien informada a ese gusano mandinga de César Reynel Aguilera, ustedes necesitan ver el referido programa de “Enfoque ciudadano” y necesitan, sobre todo, leer ese maldito libro titulado “El Sóviet caribeño”.

Digan que solo después de haber hecho eso podrán ustedes estar lo suficientemente informados para poner en su lugar, de una vez y por todas, a esos lame botas del imperio que son Andrés Alburquerque y el tal César Reynel Aguilera. Digan eso, luzcan bien aguerridos cuando lo dicen, y siéntense a observar la respuesta y los malabares pseudo-intelectuales que se van a montar los castristas para no dejar, una vez más, que ustedes accedan a la información.

Otra de las tantas manipulaciones que se montó la talibana Parodi en su diatriba fue de tipo emocional y tiene que ver con su denuncia de que yo —oh, mundo cruel— digo que tomo con pinzas la idea de que los mártires de Humboldt 7 fueron asesinados, y lo hago porque, a fin de cuentas, eran hombres de acción (o terroristas en las tipificaciones de hoy) y, bueno, el que a hierro mata, a hierro muere.

Mientras se despeina su talibana cabellera por culpa de mis pinzas la Parodi olvida, con disciplina ideológica, que al inicio de “Los amagos de Saturno” hay un cartel que dice que los asaltantes al Palacio Presidencial buscaban “ajusticiar” a Batista y fueron —ay, mamá, por dios—  asesinados durante el asalto. Así, de un plumazo castrista, esta esbirra ideológica les quita a los asaltantes la gloria de haber muerto en combate por la libertad de Cuba.

Para esta talibana, de más está decirlo, los atentados contra el asesino de Fidel Castro nunca fueron intentos de “ajusticiamiento”; ni los niños, mujeres, y hombres del Remolcador 13 de marzo fueron asesinados en el mar por orden del tirano que ella venera. Hay que reconocer que la osadía de su incoherencia intelectual rebasa todos los límites racionales y se acerca, peligrosamente, a la irracionalidad de los animales. Eso explica el tono de su despeine, un discurso que tiene más de ladridos que de cualquier otra cosa.

Aquí debo terminar, porque la pura verdad es que no pude leer más allá de unas pocas páginas del discurso castrista y verborreico, valga la redundancia, de la talibana Parodi.

Hay que trabajar, que para vagos sobra con los socialistas.

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Plantadas y sembraditas

Siguiendo el tema del post anterior, hoy les traigo un caso-estudio que ejemplifica, a la perfección, las tonalidades de grises y los sinergismos acumulativos que existen entre los Agentes de Influencia y esas personas que identificamos como Propagandistas.

Después de la llegada del régimen Biden/Hussein al poder, y sobre todo después de las protestas del 11 de julio, al régimen de la familia Castro no le quedó otro remedio que empezar a enviar fuera de Cuba a esos que yo identifico como “opositores de un par de citaciones”.

Aquí es importante detenerse para explicar una idea básica:

Los paradigmas cambian. Las referencias que usamos para identificar o aceptar a una persona como activista, disidente, u opositor, han ido cambiando con el tiempo, con los estándares creados por ciertos opositores con sus valentías y —por desgracia para el castrismo— con los niveles de permisividad que los cubanos le han ido arrancado al régimen día a día y año tras año.

Si quieren se los explico musicalmente.

Después que Gorki Águila le cantó al comandante que dejara de comer tantos cuerpos cavernosos, ¿se acuerdan?, “si quiere que trabaje ponga un baro por delante, no coma tanta…”. Bueno, después de eso una canción como, digamos, “Ojalá” podrá ser catalogada de cualquier cosa menos de contestaría.

En la década de los sesenta, jugar con la cadena sin meterse con el mono podía ser interpretado, por quien así lo quisiera, como un acto de enfrentamiento y valentía. Hoy en día, después de Gorki, de los Aldeanos, Escuadrón Patriota, o “Patria y vida”, una canción como “Ojalá” sería inmediatamente descartada bajo un encogimiento de hombros y la sentencia de: “otro comedor de cuerpos cavernosos cantando ambigüedades”.

Con los opositores pasa algo parecido. Después de Laura Pollán, Oswaldo Payá, Orlando Zapata, o José Daniel Ferrer, por solo mencionar unos cuantos, ha cambiado radicalmente el estándar o metro patrón que usamos para definir a alguien como un opositor.

Conozco, por ejemplo, el caso de un socio que estando en Cuba, en los años ochenta, fue dos veces amenazado con pistolas por capitanes de las FAR. En ambas ocasiones el socio noqueó a esos aguerridos militarotes del castrismo y tuvo que aguantar, claro está, la consabida retahíla de acusaciones, interrogatorios, amenazas, etc.

Cuando ese socio salió al exilio nunca se le ocurrió usar esas experiencias para presentarse como un opositor, activista o disidente al castrismo. Haberlo hecho habría sido una verdadera falta de respeto a la memoria y a las acciones de los verdaderos opositores. Eso no quita, sin embargo, que a veces ese socio se ría cuando uno de esos “opositores de un par de citaciones” le saca en cara que nunca hizo nada contra el castrismo mientras estuvo en Cuba.

¿Qué es hacer o haber hecho algo en contra el castrismo?

¿Quién define, y cómo lo hace, que alguien es un verdadero opositor al castrismo?

Las respuestas a esas preguntas pueden ser muchas; pero todas tienen que pasar, necesariamente, por el abandono de la idea de que un “opositor es cualquier que haya hecho más que lo que yo hice cuando estuve en Cuba”.

En la época del “Nadie escuchaba” hacer un chiste sobre Cara ‘e Coco era mucho más valiente y arriesgado que dos protesticas y tres, o cuatro, o cinco, citaciones en la época de los celulares, las redes sociales y la extensa y efectiva maquinaria de denuncias y apoyos creadas por los exiliados cubanos.

Por desgracia, muchos de esos exiliados cubanos no reconocen ese cambio de paradigma que ha ocurrido y se apresuran en darles la categoría de opositores a personas que llegan al exilio sin otro currículo que un par de protesticas, dos citaciones y un blúmer bajado a la fuerza.

Lo siento mucho, pero no da la cuenta.

Algunos podrían argumentar que nada tiene de malo tener muchos opositores, aunque algunos no lo sean en realidad. Ese argumento, que a primera vista podría parecer válido, e inocuo, se convierte en altamente peligroso cuando recordamos la larga historia que tienen los regímenes socialistas creando sus propias oposiciones leales.

Al mismo tiempo, ese argumento hace saltar todas las alarmas cuando recordamos que en este momento los Estados Unidos están bajo el control de un régimen que, además de ser cada vez más socialista, tiene una larga historia de apoyos y complicidades para con el régimen de la familia Castro.

En ese contexto, es posible e imprescindible pensar que al castrismo le conviene aprovechar la bonanza migratoria para inundar el exilio con falsos opositores. Personas que enseguida serán recibidas y aupadas por las instituciones que los socialistas estadounidenses llevan décadas controlando y que, gracias a eso, alcanzarán niveles de relevancia, exposición, e influencia, que de otra forma nunca habrían alcanzado.

¿Cuáles podrían ser las ventajas para el castrismo de esa invasión de “opositores de dos citaciones”? Pueden ser muchas, y con apuro solo se me ocurren unas cuantas.

Confundir; porque el castrismo conoce muy bien ese viejo adagio de “si no puedes convencer, confunde”.

Diluir, porque el castrismo sabe que más allá del “divide y vencerás” está el “diluye y mira a ver a qué sabe eso”.

Influir, porque el castrismo sabe que necesita voces que aprovechen la libertad de expresión de las democracias para pasar los mensajes que al castrismo le interesa pasar.

Confluir, porque el castrismo sabe que la escasa influencia que tienen Tania “Anticapitalisto” Brugueras, Sayli con Ictericia, o Carolina “Mostacho” Barrero, aumenta exponencialmente cuando esas propagandistas se juntan y, sobre todo, cuando esa juntadera logra atraer a alguien como, por ejemplo, Emily “Belén” Mendrala.

Facturar, porque el castrismo sabe que hay un montón de Grants controlados por los socialistas estadounidenses que están ahí para ser otorgados, eventualmente, a esos “opositores de dos citaciones”.

Insultar, porque el castrismo sabe que esos “opositores de dos citaciones” son ideales para llegar al exilio y empezar a desbarrar sobre esos exiliados que el castrismo quiere, o necesita, asesinar moral y físicamente. 

De más está decir que si hay un exiliado cubano en estos momentos al que el castrismo quiere destruir a como dé lugar es el influencer Alexander Otaola. Pocos exiliados le han hecho más daño al régimen que ese muchacho. Negarlo sería negar una realidad que está ahí, clarita, para todo el que tenga la decencia mínima de que querer verla.

Se podrá estar de acuerdo, o no, con la forma en que Otaola lo ha hecho. Se podrá disfrutar, o no, el estilo popular de Otaola. Se podrá rechazar, o no, la proyección abiertamente gay de Otaola. Mucho podrán columpiarse eternamente entre un número casi infinito de esas alternativas; pero la pura y tozuda realidad es que ese exiliado cubano ha puesto a la machería homo reprimida del castrismo a parir por la boca.

A pesar de eso, llama la atención de casi todas “las opositoras y los opositores de dos citaciones”, que han llegado recientemente al exilio, se las han arreglado para desarrollar una profunda animadversión contra la figura de Alexander Otaola.

También llama la atención que las razones, o los motivos iniciales de esas animadversiones, son cosas tan banales como las dudas que Otaola ha expresado sobre el carácter bona fide de esas opositoras y opositores.

Es llamativo porque la inmensa mayoría de los exiliados cubanos tuvimos que pasar por esa fase de cautela y dudas cuando empezamos a interactuar con exiliados de generaciones anteriores.

Al mismo tiempo, casi todos los exiliados que pasamos por esas dudas y cautelas iniciales, cuando llegamos, después las hemos ejercido con otros exiliados de arribos más recientes.

Ese es un fenómeno natural y esperado al que muchos exiliados nos hemos enfrentado sin desarrollar animadversiones y, en ocasiones, respondiendo con la salomónica frase de “si yo estuviera en su posición probablemente pensaría igual que usted”.

A pesar de eso, hay en estos momentos todo un batalloncito de “opositoras y opositores de dos citaciones” verdaderamente reprendidos en sus animadversiones contra la figura de Otaola, y de una forma que ya empieza a apestar a camaradas con tareas.

Recientemente, por ejemplo, Carolina “Mostacho” Barrero salió hablando en YouTube y dando detalles, para mí innecesarios, sobre sus heroicas citaciones allá en Cuba.

Digo innecesarios porque habría bastado que dijera, “me detuvieron y la pura verdad es que todo lo que me hicieron fue muchísimo menos que lo que les hicieron a las presas políticas Plantadas… cuando nadie escuchaba”.

Pero no, allá fue la aguerrida opositora a contar que pitó regado diciendo que llamaran a Raúl Castro si querían bajarle el blúmer —pobrecito, con el trabajo que siempre pasó para bajárselo a Vilma— y que entonces, después, cuando ya le habían quitado el blúmer, se quedó desnuda, imitó una escena de una película de Hollywood y dijo la profunda frase infantil de que “ellos se estaban humillando a sí mismos” (¿habrán entendido los esbirros?).

Hasta ahí, nada del otro mundo. Hasta ahí, quizás la impúdica confesión de un acto que muchos y muchas habrían callado por respeto a la memoria de esos opositores al castrismo que sufrieron mucho más, muchísimo más… cuando nadie escuchaba.

Al final, hay que reconocer que cada cual tiene el derecho a contar sus pitaderas regadas, sus llamadas a Raúl Castro, y sus tristes blúmeres bajados. Ese es un derecho que cada cual tiene y no creo que podamos pensar que eso está mal.

Lo que sí está mal, muy mal, es aprovechar ese cuento del blúmer bajado para introducir en la misma narrativa, y como dos malvados idénticos, a Raúl Castro y a Alexander Otaola.

Así lo hace la aguerrida Carolina “Mostacho” Barrero cuando dice, en su propaganda de YouTube, que les dijo a los esbirros de Raúl Castro la misma frasecita infantil (esa de que se estaban humillando a ellos mismos) que después le dijo a Alexander Otaola ya estando en el exilio.

¿Se creerá de verdad Carolina “Mostacho” Barrero que la gente es tan boba como ella piensa?

¿No sabe ella que eso de embarrar por asociación es una de las viejas técnicas de asesinato del carácter usadas por la Inteligencia castrista?

¿De verdad piensa que atacando a una de las personas que más daño le ha hecho al castrismo ayuda a esa causa, la del derrocamiento del régimen, que ella dice defender?

Yo nunca he visto a una presa política plantada hacer o decir algo que pueda favorecer, aunque sea remotamente, al régimen de la familia Castro.

Siempre han preferido, ante esa posibilidad, callar o hablar en privado.

Esa debe ser la diferencia, para los cubanos, entre plantar y sembrar.  

Aquí el videíto de marras:

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De agentes, agenticos y agentones de influencia

Un lector me pide que dé mi opinión sobre una serie de artículos —que han salido en el sitio web Cubanet— en los que se describe la labor como posibles agentes de influencia de dos castristas llamados Guennady Rodríguez y Camilo Condis.

Lo primero que salta a la vista, en cuanto observamos a esos dos camaradas, es que se visten como chivatos, miran como chivatos, hablan como chivatos, gesticulan como chivatos y se peinan como chivatos.

Cualquier cubano que haya vivido en Cuba bajo el acoso constante de los chivatos sabe, de solo mirar a esos dos camaradas, que llevan en sus almas las bayamesas de Julito el Pescador y Alberto Delgado.

Ahora bien, ser chivatos, aunque sea escondidos en un closet, no necesariamente convierte a esos camaradas en agentes de influencia. Hay un trecho muy largo entre esas dos categorías.

Si buscan la definición que usan los servicios de Inteligencia para identificar a los agentes de influencia verán que en cada una de ellas ese agente es definido como una persona importante que, por su gran relieve político o social, usa su posición de relevancia para influir sobre la opinión de determinados sectores de la sociedad. Idealmente, cuando esos agentes son muy buenos, esas influencias son ejercidas sobre las personas encargadas de tomar las decisiones.

Si quieren asomarse de una forma entretenida al sórdido mundo de los agentes de influencia, les recomiendo el film ‘The Ghost Writer’ (El escritor fantasma, en traducción literal), protagonizado por Olivia Williams y Pierce Brosnan. Una historia que narra, entre otras cosas, por qué es tan difícil descubrir o desenmascarar a un agente de influencias.      

En el mundo real, y en el contexto cubano, hay ejemplos claros de agentes de influencia que, aunque todavía no han sido reconocidos como tales de manera oficial, ya es evidente que lo fueron.

Ernest Hemingway, por ejemplo, trabajó como agente de influencia de los comunistas cubanos usando su prestigio como escritor, y su estrecha amistad con Spruille Braden, a la sazón embajador de los Estados Unidos en Cuba, para serrucharles el piso a José Eleuterio Pedraza y Manuel Benítez. Las “denuncias” de Hemingway sobre esos dos militares no pararon hasta que Batista, por presiones del embajador, los defenestró como jefes de la policía cubana.

Igual, Herbert Matthews, amigo personal de Hemingway desde la guerra civil española, fue el agente de influencia que logró, desde su posición de relieve como periodista estrella del New York Times, dar una imagen falsa sobre el castrismo, e influir sobre las decisiones del Departamento de Estado con respecto a la mal llamada revolución cubana.

Si quieren un ejemplo más criollo, los refiero al caso de Arístides Sosa de Quesada, militar de alta graduación, jefe de los servicios jurídicos del ejército de la república, agente secreto de los comunistas cubanos y el hombre que convenció a Carlos Prío, en enero de 1952 y siguiendo las órdenes del Partido, de que Batista no estaba conspirando para darle un golpe de estado. Como cabría esperar, después de marzo de 1952 Sosa de Quesada siguió siendo un militar de alta graduación y en su casa, en Santa Fe, se escondió a cada rato Blas Roca.

Salta a la vista, con respecto al caso que nos ocupa, que tanto el Guena y como el Condis son un par de verracos que tienen de relieve o importancia lo mismo que yo tengo de astronauta. ¿Significa eso, entonces, que no pueden ser agentes de influencia?

No necesariamente, y para explicarlo tengo que referirlos a la teoría de la revolución de Lenin y a la idea desarrollada por ese calvo asesino de que los bolcheviques debían ejercer sus influencias, sobre las sociedades que querían destruir, a través de organizaciones que él definió como “de masas”, y que ya hoy se conocen como “organizaciones fachadas” (front organizations en inglés).

Es ahí, en la descripción que hace de todas las compañías y sitios de propaganda controlados por el castrismo en los Estados Unidos, donde los artículos de Cubanet dejan al descubierto un entramado de organizaciones fachadas que están siendo utilizadas, o lo serán eventualmente, como instrumentos de influencia sobre la sociedad estadounidense.

Como el Guena y el Condis son parte de ese entramado, y además apestan a chivatos, es fácil deducir que podrían estar siendo utilizados como simples peones en una vasta operación de influencia que, para más complejidad, podría estar contando con el beneplácito o la aceptación de las personas que en estos momentos controlan el Régimen Biden.

Es importante recordar que el tal Guena se dio a conocer, hace ya unos añitos, como parte de un grupúsculo (chúpense esa, castristas) llamado “Cubanos Con Biden”. Desde esa organización partidista el Guena enseguida apareció en un bodrio de propaganda pro-Biden, repleto de mentiras e insultos contra la comunidad cubana en La Florida, que fue publicado en nada más y nada menos que Diario de Cuba. Recuerdo que llamé la atención sobre el carácter altamente sospechoso de esa asimetría editorial.

Quizás el Guena no sepa que el genio creador de esos grandes conglomerados financieros y de propaganda, concebidos como una enorme colección de agentes de influencias, fue Willi Münzenberg, y que su genialidad radica en el hecho de que muchas de las personas utilizadas por esos conglomerados siempre tienen a mano la posibilidad de la negación plausible cuando son acusados de ser parte de esas operaciones de influencia.

Al mismo tiempo, esos conglomerados permiten sacrificar peones, o sea, esos miembros que son denunciados por otros agentes de influencia que forman parte de la misma o de otras operaciones y que así aumentan su credibilidad y su valía para con el trabajo a realizar ulteriormente.

Además de eso, hay que agregar que muchos de los peones que forman parte de esos conglomerados son utilizados para crear rumores, noticias, acusaciones, medias verdades y medias mentiras que entonces son utilizadas por los verdaderos de agentes de influencia como argumentos a la hora de influir sobre sus blancos.

Con todo esto quiero decir dos cosas fundamentalmente: Una es que el mundo de los agentes de influencia es realmente complejo y está lleno de traidores que traicionan a traidores. La otra es que resulta muy difícil, por no decir imposible, descubrir o desenmascarar a los agentes de influencia.

Los espías comunes pueden ser descubiertos porque tienen dos vulnerabilidades básicas, una es el momento de contacto con sus manejadores, y la otra es la incoherencia intelectual o el sacrificio de los objetivos de sus trabajos legales a los objetivos de sus trabajos como espías.

Los agentes de influencias, al no estar obligados a contactar a sus manejadores, y al tener coberturas legales que encajan con sus trabajos como agentes son, por desgracia, muy difíciles de detectar. A eso hay que sumarle la existencia de topos concebidos para ser usados, eventualmente, como agentes de influencia.

Con respecto a la denuncia de Cubanet, la primera pregunta que se me ocurre es ¿de dónde salieron todos esos chivatos que hoy están insertados en ese vasto conglomerado de influencia?

Una posible respuesta es que desde que Alejandro “El Tuerto” Espín empezó a negociar con Barack Hussein la Inteligencia castrista, previendo una bonanza de dólares americanos, se dio a la tarea de crear toda una red “emprendedores”, o supuestos dueños de micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) que no eran más que intermediarios encargados de que la plata gringa nunca dejara de estar completamente controlada por la mafia castrista.

Como ya escribí antes, en cuanto Donald Trump fue elegido, todos esos planes se quedaron colgando y al castrismo no le quedó más remedio que iniciar los ataques acústicos y reciclar a esos agentes-emprendedores como opositores de un par de citaciones, escritores de sitios no contestatarios, o dueños de MIPYMES en el norte revuelto y brutal. O sea, en una masa de agentes que enseguida empezaron a trabajar para el regreso, como fuera, de los Demócratas al poder y el reinicio, de ser posible, de los acuerdos con Barack Hussein.

¿Cuáles podrían ser, a grandes rasgos, las líneas de influencias en la que están interesados esos agentes del castrismo?

  1. Legitimación de los gánsteres que controlan a Cuba.
  2. Convencer a incautos de que hacer negocios con las MIPYMES no es hacer negocios con los gánsteres que controlan a Cuba.
  3. Insistir en que las carencias de los cubanos pueden ser aliviadas a través de las MIPYMES.
  4. Denigrar al exilio cubano en La Florida.
  5. Presentar las protestas contra el castrismo como consecuencia del embargo.
  6. Anular el fenómeno mediático de Alexander Otaola.
  7. Respaldar la deriva autoritaria del régimen Biden y del Partido Demócrata.
  8. Ayudar a Putin.

Por último, si el Guena y el Condis son un par de verracos, ¿quiénes podrían ser los verdaderos agentes de influencia que se están beneficiando del trabajo de ese conglomerado descrito por Cubanet?

La respuesta a esa pregunta es muy difícil, pero por lo pronto:

Busquen de dónde salió la decisión inicial de publicar el bodrio de “Cubanos con Biden”, en Diario de Cuba, y se acercarán una posible respuesta.

Hipnoticen a Emily Mendrala, pregúntele quién decide de qué color es el blúmer que se pone los lunes, y se acercarán a una posible respuesta.

Díganle a López Levy-Calleja que después de la muerte de su benefactor lo mejor que puede hacer es hablar, y se acercarán a una posible respuesta.

Averigüen la orientación ideológica, o el partido político por el que votan, de los administradores de los “Grants”, y se acercarán a una posible respuesta.

Esperen pacientemente, y se acercarán a una posible respuesta.    

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